13 dic 2020

Dieu des amours!

Uno. Si pareciera que me levanto, debe ser que yo mismo me levanto un rato, porque de otro modo no parecería que me levanto tanto. Uno. 

Dos. Escucho el golpeo de la lluvía en los cristales de mi ventana, la misma desde la que ladraba tu nombre por si te acordabas, dos sólo por si acaso. 

Tres. Pero te has ido sin decir palabra y los millones de besos tres que te daba forman ya parte de un apartamento helado, carcajadas sinceras, miradas de cuando éramos peces, pangea y un buen montón de cigarrillos apagados. Tres. 

Cuatro, busco con la música alta ahuyentar tus recuerdos que maldigo, pero no consigo más que dibujar dos ríos cuatro en mi cara. La cicatriz va desde el estómago al alma y nuestras canciones suenan a requiem de mediodía y cuatro. 

Uno, dos, tres, cuatro, tanto, pero me levanto, me cuesta tanto pero me levanto; uno, dos, tres, cuatro, tanto, no creas que no siento aún el eco de tus abrazos contra mi alma temblorosa, aún tiemblo tanto, uno, dos, tres, cuatro, y me quedo quieto en medio del pasillo porque escucho mi nombre que salió tantas veces, tanto, de tus labios una y otra vez, y dos, y tres, y cuatro. Tu pasas página mientras yo soy una hoja rota llena de historias, esas historias que todos sueñan y que se van lentamente desaciendo en el café de cada lunes por la mañana cuando me levanto.


 

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