4 nov 2011

El más triste síntoma

Malacara viene a ser lo que pongo por las mañanas y me sale por las canas. Enfrente del espejo, con licenciaturas varias y sin trabajo, me toco con desparpajo la bolsita de los cojones y me desahogo. A veces lanzo un grito, otras un exceso de algo y trago con el día como si un dulce amargo fuera. Luego salgo a caminar por las calles de tu ciudad, preguntándome si para entonces sigo vivo o muerto voy, caminando por las calles de tu ciudad.

Siempre fue difícil ser poeta, pero hoy aún me callo. Ya no dispongo de metralla, de bolis, papel ni ganas. Las ganas se me fueron por el retrete con la resaca de anteayer. Ya no me mueve ni el sexo, bendito placer momentáneo y triste como los perros delgados después de eyacular. Tampoco me mueve cualquier idea de esas vagas, que otros convierten en leitmotiv alemán mercedes y swarovski cristal de la misma Austria.

El caso es que, acojonado ante la locura que me llama, el desasosiego de las prisas de tu ciudad, junto con la ventana suicida de esta décima planta. Prefiero teclear un punto y seguido. La peor enfermedad; la locura, lo más jodido; la frustración, el dolor más perverso; la culpa, el más triste síntoma; escribir como un Perro Delgado. Veinticinco lluvias en un abril mediodía. Goteo martillo de canales.

Perro Delgado & Malacara

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